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Jorge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 2, capítulo 3

Jorge Castellanos & Isabel Castellanos

Cultura Afrocubana, tomo 2,
El negro en Cuba, 1845-1959

Capítulo 3. El negro libre: 1886-1912

Ediciones Universal, Miami 1990, págs. 235-327

Una vez consumada la abolición de la esclavitud, todos los cambios económicos, sociales y políticos que venían produciéndose en Cuba desde la terminación de la Guerra Grande se aceleran extraordinariamente. La industria básica del país se transforma por completo. El central sustituye al ingenio. La producción industrial se separa de la agrícola. Aparece y se consolida el colonato. Del trabajo esclavo se pasa al asalariado. Y el capital norteamericano penetra la economía cubana iniciándola en los caminos de la monoproducción y el latifundismo. La vieja oligarquía de los hacendados esclavistas desaparece. Una nueva élite, estrechamente ligada al «coloso del Norte», ocupa su lugar. Continúa la lucha por la independencia y, al fin, España es expulsada de Cuba tras cuatro siglos de dominio. Se funda la República, aunque su soberanía se ve mediatizada. Y, como es natural, el destino de las masas negras, desde 1886 nominalmente libres, resulta profundamente afectado por estas mudanzas revolucionarias y sus inevitables ramificaciones.
Del Patronato al régimen del salario
La Cuba en que el negro estrena su libertad es –como se desprende del párrafo anterior– una tierra convulsa, sometida a una crisis multidimensional, total, absoluta. No hay sector de la vida pública o privada que logre escapar de ella. En la economía, cae todo un sistema productivo y, en su lugar, se instala otro. Se abre el segundo gran capítulo de la revolución industrial y tecnológica en la Isla. Un índice claro de esa transformación se resume en unas pocas cifras. El promedio de la producción anual de azúcar de 1885 a 1890 fue de 647.000 toneladas. En el quinquenio de 1891 a 1895 ese promedio pasó de las 900.000 toneladas. En 1892 se realiza la primera zafra de un millón de toneladas. Ahora bien, al aumento de la producción acompaña un dramático descenso en el número de ingenios envueltos en las zafras. En 1877 eran 1.191. En 1890 funcionaban 850. Y la crisis de la Guerra de Independencia acelera el cambio. En 1899 quedaban 207 ingenios. En 1903 sólo molieron 171 aunque la zafra ese año se elevó a 1.000.265 toneladas. Al proceso de concentración contribuyen, entre otros factores, la competencia del azúcar de remolacha en Europa y la creación en Estados Unidos del «sugar trust» (American Sugar Refining Co.) que forzaron la caída de los precios y sólo permitieron sobrevivir a las unidades más eficientes. En vez de un número considerable de fábricas manejadas por unos centenares de esclavos, al fin quedan nada más en pie unas pocas, operadas por miles de trabajadores libres cada una.

Facsímil del original impreso de este capítulo en formato pdf

 

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