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Jorge Castellanos | Cultura afrocubana: 1 α 1 2 3 4 ω · 2 α 1 2 3 4 ω · 3 α 1 2 3 4 ω · 4 α 1 2 3 4 5 6 ω |
Ediciones Universal, Miami 1988, págs. 181-334
El XIX es en Cuba –ya lo vimos– el siglo de la máxima expansión esclavista. Es también el siglo de la abolición de la esclavitud. Con curiosa perversidad dialéctica, muchos de los acontecimientos históricos que, desde atrás, venían empujando hacia el desarrollo de la infame institución, también favorecían el florecimiento del abolicionismo en la Isla. La Revolución Francesa desató la conflagración haitiana y, como consecuencia, el rápido incremento de la industria azucarera y de la esclavitud en el país, mas a la vez, su ideología igualitaria y democratizante influyó en amplios sectores de la opinión pública cubana, reforzando los criterios antiesclavistas ya existentes en diversas capas de la población. La independencia de Estados Unidos desplazó el centro de gravedad económico de Cuba, que de la lejana España pasaba a la vecina república. Se abrió así la puerta de un riquísimo mercado para los artículos agrícolas cubanos y aumentó el número de esclavos necesario para producirlos. Pero, al mismo tiempo, la abolición de la trata en Norteamérica devino ejemplo cercano y vivo que los partidarios insulares de una reforma similar podían aducir como prueba de que el fin del comercio negrero no conducía necesariamente a la ruina del país y ni siquiera a la inmediata abolición de la esclavitud. La revolución industrial aumentó violentamente la capacidad productiva de los ingenios cubanos y la demanda de mano de obra servil, pero poco a poco incrementó también el número de trabajadores libres en las fábricas y disminuyó el de esclavos necesarios para moverlas, convirtiéndose así en un factor abolicionista más.
Facsímil del original impreso de este capítulo en formato pdf
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