Jorge Castellanos | Cultura afrocubana: 1 α 1 2 3 4 ω · 2 α 1 2 3 4 ω · 3 α 1 2 3 4 ω · 4 α 1 2 3 4 5 6 ω |
Ediciones Universal, Miami 1994, págs. 87-129
El cuento cubano procede directamente del cuadro de costumbres, que se desarrolla desde fines del siglo XVIII en la prensa habanera, ya en el Papel Periódico (1790) ya en El Regañón (1800), con los artículos de un Manuel Zequeira, en el primero, o un Buenaventura Pascual Ferrer, en el segundo. Al principio el costumbrismo se limita a breves trabajos en prosa de tono satírico e intención recreativa sobre los usos, costumbres y tipos humanos representativos de la sociedad criolla. Con el andar del tiempo, al mero retrato se le añade a ratos una acción rudimentaria. Y, por fin, este elemento se intensifica e independiza hasta dar a luz al cuento propiamente dicho. Este fenómeno ocurrió en la década del '30 del siglo XIX con obras narrativas breves tales como Una Pascua en San Marcos de Ramón de Palma, El Ranchador de Pedro José Morillas y El Niño Fernando de Félix Tanco.
Es interesante destacar que desde los inicios mismos de la narrativa corta el negro aparece en ella. En el cuento de Palma lo hace en forma secundaria, como factor inescapable aunque apendicular del mundo que se retrata. Los protagonistas son los blancos de la aristocracia. Pero allí encontramos también a la esclava celestinesca que prestaba sus servicios a Aurora y le hacía los elogios interesados del niño Claudio. Allí el guardiero viejo, en su miserable bohío de yaguas, «cargado de años y de harapos» que se arrodilla para recibir en la gorra la limosna de sus amos. Allí Antonio, el criado y el calesero Claudio, siempre atentos al menor capricho de su dueño y señor... No hay empeño, por parte del autor, de usar a estos negros como elemento de una narración antiesclavista. Desde el punto de vista político y propagandístico son personajes neutros. En el caso de Morillas y de Tanco, en cambio, el esclavo desempeña papel central en la obra de ficción, como ya vimos en el primer volumen de este libro (pp. 294-298) y como veremos en el epílogo del presente tomo. Y la orientación abolicionista es en ambos evidente.
Facsímil del original impreso de este capítulo en formato pdf
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