Jorge Castellanos | Cultura afrocubana: 1 α 1 2 3 4 ω · 2 α 1 2 3 4 ω · 3 α 1 2 3 4 ω · 4 α 1 2 3 4 5 6 ω |
Ediciones Universal, Miami 1988, págs. 1-15
Si, como afirman muchos autores, un negro vino con Cristóbal Colón a América en su primer viaje, el contacto inicial de Cuba con África –muy leve, como se ve– tuvo lugar en 1492. Luego, tan pronto la Isla fue conquistada por Diego Velázquez, esas relaciones se intensificaron. Y desde el siglo XVI el negro africano y sus descendientes forman parte inseparable de la sociedad cubana. Inevitablemente debía producirse –y se produjo– entre europeos y africanos un continuo e intenso proceso de intercambio, de toma y daca. Proceso que Fernando Ortiz resumió en el neologismo transculturación. Esa realidad histórica y sociológica constituye el tema central de esta obra. No se trata de hacer aquí un estudio sobre el modo de vida de una «raza», sino de meditar sobre el encuentro de dos culturas. Lo que nos importa destacar no son las periféricas diferencias adjetivas entre dos grupos humanos (color de la piel o tamaño de la nariz) sino analizar las formas diversas en que esos europeos y esos africanos (amos y esclavos) tuvieron que adaptarse en Cuba a sus peculiares circunstancias geosociales y acomodarse al fin, por lo menos parcialmente, tras centurias de conflictiva y forzada convivencia.
A partir del siglo pasado y, sobre todo, del presente, una legión de investigadores ha prestado su atención a distintos aspectos de la presencia negra en la Gran Antilla: ya en la economía, ya en las relaciones sociales, en la religión, en la literatura, en la música, &c. La enorme cantidad y dispersión de esos trabajos en libros, folletos, ensayos, tratados, monografías, artículos de revistas y de periódicos, &c., –a más de la cuantiosa documentación en los archivos– está demandando una obra de síntesis tan escueta (pero tan completa, a la vez) como sea posible sobre ese complejo e interesantísimo asunto. Al intentarlo aquí no hemos querido ofrecer una simple compilación de datos y opiniones. Hemos preferido ofrecer una visión coherente y sistemática (a la vez que personal) de las cuestiones que ese enorme cúmulo de materiales plantea. Siempre con un propósito panorámico, con una voluntad de resumen, con un empeño modestamente introductorio. Sólo cuando algún costado nos ha parecido insuficientemente explorado y esclarecido nos extendemos en su tratamiento e indagación, como sucede, para citar un solo caso, con el problema del movimiento abolicionista criollo, cuyo vigor se ha negado tantas veces, sencillamente porque no se le conoce. (Esto, entre paréntesis, explica por qué el capítulo IV de este tomo y el I del siguiente exceden en volumen desproporcionadamente a los otros.)
Facsímil del original impreso de este capítulo en formato pdf
www.hispanocubano.org |